¿GOBIERNO PROGRESISTA?

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Nota de Opinion por Luis Maria Alonso

El progresismo es una creencia política orientada en general hacia el desarrollo de un estado de bienestar, la participación ciudadana, la defensa de los derechos civiles y una distribución justa de la riqueza.

Desde 2003 año de la llegada del kirchnerismo al poder, se instaló un relato que ha hecho creer a parte de la ciudadanía que ellos son progresistas y populares. Se dice que lo populista se cimienta en la identidad entre el pueblo, presentado como un conglomerado que tiene una sola voz e intereses, con el líder, personificado con valores populares, nacionales y democráticos.

Ese populismo no ha hecho nada más que tergiversar los valores en los que se cimienta una república. Está emparentado con la demagogia, algo muy común en estos últimos tiempos. Demagogia que observamos en cada acto de gobierno, en cada discurso, donde se intenta instalar una realidad totalmente ficticia. El ex presidente Raúl Alfonsín decía: “es imposible discutir con un populista, le contesta con voluntarismo, con eslogan, con inescrupulosidad, con demagogia”. Muy cierto. Palabras claras.

Esta semana el presidente Alberto Fernández encabezó un acto donde Argentina se convirtió en el primer país de América Latina, en reconocer en su documento de identidad a las personas que no se identifican con las categorías femenina o masculina, y permitió que usen en cambio la opción “X”. También hizo referencia al lenguaje inclusivo diciendo que “somos todas, todos y todes” y lamentó que se “ hizo algo imperdonable, que es discriminar, ocultar y poner en un costado para que nadie los vea”. “Avancemos todo lo que podamos ahora que estamos nosotros”. Ese avancemos quiere decir que ellos son los únicos que incluyen, los únicos progresistas. Ahora me pregunto, ¿es necesario deformar el castellano para instalar un  lenguaje inclusivo? ¿Acaso la palabra todos, no incluye tanto a hombres como mujeres, cuando hacemos referencia a ambos sexos, por poner un ejemplo? Es ridículo querer cambiar términos de una lengua tan rica como el castellano en nombre de la inclusión.

La verdadera inclusión es respetar al otro, es que la mujer tenga los mismos derechos que el varón, que ha igual trabajo, igual remuneración, que todos luchemos contra la violencia de género, que la unión civil del mismo género no sea motivo de discriminación.

Este gobierno ve la inclusión como sinónimo de gobierno progresista. Ahora bien: ¿es inclusión que 1.700.000 personas hayan caído de la clase media? ¿es progresismo que más de 25.000 pymes han desaparecido en el último año y medio? ¿es progresismo que el trueque esté nuevamente entre nosotros por la debacle económica? ¿es progresismo que más de 1.000.000 de alumnos desertaran del sistema educativo? ¿es progresismo que estemos entre los países con mayor índice inflacionario? ¿es progresismo que menos del 10% tenga las dos dosis de la vacuna contra el COVID? ¿Es progresismo que apoyemos a dictaduras como Nicaragua, Venezuela o Cuba? ¿Es progresismo cuando desde algunas esferas del poder se cuestiona la propiedad privada y se pretende violarla? ¿Es progresismo tener 5.000.000 de indigentes?

La triste realidad nos muestra la hipocrecía de quienes ejercen el poder. Los datos son contundentes, no admiten discusión. Perón decía: “la única verdad es la realidad”. Ellos no la ven. Crean un relato mentiroso, ficticio. Los verdaderos gobiernos progresistas buscan el bienestar general. Ellos buscan el bienestar de unos pocos, el suyo.

Quizás se den cuenta el día de las elecciones, si el resultado no les favorece. Aunque seguramente buscarán un argumento para justificar la derrota y seguir con la misma soberbia y con el mismo discurso seudo-progresista. Y así seguiremos caminando hacia el precipicio, hacia el fracaso total.

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